Olivera de Úrcal, Huércal Overa


Enrique García Asensio, en su obra “Historia de Huércal Overa” cuenta que, hacia el año 1626, había unos 2.000 olivos silvestres o acebuches en todo este término. Uno de ellos, que ya era anciano en aquella época, ya que consideramos que debe rondar el milenio, es el que queremos mostraros esta semana.
Foto 1. Olivera de Úrcal, desde el este.

Con los datos disponibles, estaríamos ante el olivo (Olea europaea) más grande del sudeste ibérico, acebuche injertado y podado en varias ocasiones a lo largo de su extensa vida, que tiene 10,30 m de perímetro de tronco, y al que acompañan en la rambla de Úrcal algunos olivos más que consideramos singulares, y que rondan  los 4 m de perímetro. Además, hay que tener en cuenta que gran parte del tronco está enterrado por los sucesivos aportes de material de la propia rambla donde se ubica, por lo que su perímetro podría ser mayor.

Foto 2. Rambla de Úrcal, Olivo monumental y su entorno.

Extraemos del libro Almería hecha a mano, una historia ecológica, unos párrafos que ilustran la historia de estas grandes oliveras:

Durante la gran sublevación de los moriscos del año 1568, un cabecilla de los sublevados, el “negro Farax”, “viendo venir una tropa de vagages con alguna gente de la parte de Vera… se vino a enboscar, con su compañía, en las espesuras vezinas de la fuente de Pulpí… salieron de la espesura de azebuches, taraes y lentiscos… y dieron sobre los pocos christianos, que venían desprevenidos, de los quales algunos se pusieron en huida azia el monte y parte de Vera, quedando algunos muertos en el camino”.
Según los autores, la expansión de los cultivos eliminó, por medio del fuego, el hacha y el arado, las “espesuras” y los “bosques” de acebuches del Bajo Almanzora; pero los mejores árboles y de mayor tamaño sobrevivieron al ser injertados y transformados en olivos, algunos de los cuales podrían ser éstos que contemplamos hoy.
Foto 3. Lado oeste, con roca incrustada entre los brazos principales.

Al contemplar desde el lado norte la olivera, vemos sobre ella el efecto de las sucesivas riadas que ha soportado, incluyendo una enorme piedra que forma ya parte del tronco de este viejo árbol desde no sabemos cuándo, y que le confiere, si cabe, mayor personalidad.

Foto 4. Obsérvese sobre los brazos principales los delgados rebrotes surgidos tras los desmoches.

La feliz circunstancia que ha provocado que estos árboles hayan sobrevivido, su injerto para transformarlos en olivos, ha conllevado su manejo por el hombre, lo que ha tenido otras consecuencias no tan felices para ellos en los últimos tiempos, ya que a veces han sufrido podas inadecuadas, la última de ellas fue practicada con motosierra  hace unas 3 ó 4 décadas, habiendo cercenado de modo brutal sus brazos principales, probablemente con la doble intención de  injertar sobre ellos una nueva variedad de aceituna y, de paso, aprovecharlos como leña. 

Foto 5. Desmoche relativamente reciente con motosierra del brazo principal noreste.

A pesar de ello, y benevolente siempre, la olivera sigue dando su fruto, ese que ha hecho que este mediterráneo árbol  haya sido considerado sagrado en las diferentes culturas que han poblado nuestra tierra desde la Antigüedad.

Foto 6. Detalle de la actual variedad de aceituna injertada sobre el árbol.

Como hemos dicho, casi todos los olivos han sido injertados, sin embargo, en la rambla se puede observar este acebuche que no ha sido manejado con dicha técnica, observamos la gran altura que alcanza, al no haber sido desmochado, lo que le hace parecer mayor que el primero, a pesar de ser más joven, y su perímetro de tronco inferior.

Foto 7. Acebuche de elevado porte en las inmediaciones del olivo protagonista hoy.

Terminamos ya con una fotografía de ese tronco retorcido, tan común en los olivos, que nos invita a reflexionar y, como siempre, al menos a nosotros, nos lleva a la conclusión de lo importante que es respetar a estos ancianos seres, supervivientes (a veces incluso a pesar nuestro) de otras épocas, y a esperar que pongamos un poco de nuestra parte, para que al menos no les estorbemos demasiado y puedan ser contemplados y apreciados en los siglos venideros. 

Foto 8. Tronco milenario.
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